viernes, 23 de mayo de 2008

Uno que la tenía clara


El fútbol ha sido siempre un comercio de fervores sentimentales, y no una industria de manufactura deshumanizada, como pretenden ciertos pragmatistas que se autotitulan dirigentes con sentido empresario. El sentido empresario del fútbol profesional es alimentar en todo lo posible los sanos sentimientos masivos por una divisa, y para eso es fundamental que el futbolista profesional parezca (aunque no lo sea) un fervoroso hincha de la camiseta que viste, y no un indiferente portador de la que mejor le pague. Se menciona mucho a la "moderna empresa" para legitimar los descalabros de tipo humano, deportivo y económico que se han hecho rutina en el negocio del fútbol.

Y se sobreentiende, al hablar de empresa en materia de fútbol, que se trata de un deporte donde el factor humanista no juegue, no pese, no medite, no moleste. Que todo se haga pragmáticamentre, midiendo hasta donde el negocio es negocio... y nada más. Pero a diferencia de los negocios en general, el del fútbol es un negocio que sin perjuicio de apuntar al dinero tiene que apuntar antes -para ser negocio- a la materia prima, fundamental, del antidinero que es el fervor, el hinchismo, la pasión, el sentimiento, elementos estos sin los cuales no puede haber negocio. No puede haber empresa. No puede haber filosofía pragmática, aunque con ella se nutra la dialéctica de los dirigentes que ahora se llaman empresarios que conducen empresas que antiguamente se llamaban clubes (la corrupción empieza cambiando nombres también...)

El público contribuyente del abundante pan que necesita el muy crecido circo del deporte, mucho más cuando éste es profesional, no puede ser determinado en su condición social, educacional, agresiva, pacífica, reflexiva o irreflexiva, por ningún patrón de medición.


Dante Panzeri ("Burguesía y gangsterismo en el deporte", Buenos Aires, 1974)