¿Por qué San Lorenzo
debe ganar la Libertadores
Es difícil entender, por qué esta copa, que sólo sirve para solventar las apetencias económicas de unos pocos, es exaltada de tal modo por el hincha que puede pasar del simple entretenimiento a una cuestión de vida o muerte y, por tal motivo, cierto grupo de inadaptados, que nunca faltan, son capaces de provocar incidentes y violencia contra personas y bienes de la institución.
Si buscamos a los culpables del paroxismo supremo al que se ha llegado no sólo los vamos a encontrar en las instituciones, los técnicos y los futbolistas, sino también en el periodismo especializado y las empresas que están en el negocio de la televisión y que no tienen límites a la hora de aumentar sus pretensiones económicas.
Para las empresas el fútbol es un gran negocio, para las instituciones (los clubes), además de un negocio, significa también prestigio y para los hinchas es una batalla que se debe ganar cueste lo que cueste. Estas son las cartas con que se arma este juego.
Pero para que todo este mazo de intereses disímiles se convierta en un éxito, a simple vista los riesgos que asumen los participantes no son equitativos: las empresas organizadoras concretan su negocio mediante operativos de marketing, vendiendo la idea a los sponsors, por lo tanto obtienen la porción más grande de la torta; los clubes juegan su prestigio, pero del negocio reciben sólo las migajas y, los hinchas, que junto a los sponsors son los que pagan la fiesta, no reciben nada más que consuelo cuando las cosas salen mal o la satisfacción inenarrable que afecta sobre todo a sus sentimientos por la divisa, cuando su equipo se corona campeón.
Pero qué pasa en San Lorenzo cuando una vez más queda fuera de la competencia. El azulgrana se transforma en negro, los jugadores son "mercenarios", el técnico es un "burro" que no debería haber pisado el club y los dirigentes deben irse. Ese es el estado de cosas actual, que es muy dificil revertir si los socios y simpatizantes no se ponen a pensar en la institución; en su futuro; en los proyectos, como el del regreso a Av. La Plata; en el campeonato que todavía no concluyó; en las divisiones inferiores para promover jugadores; en los otros deportes que se practican en el club; en las actividades sociales; en fin, en todo aquello que es útil para que una institución como la de Boedo pueda asumir que lo de la Copa Libertadores fue nada más que un traspié y que el prestigio de San Lorenzo de Almagro, 101 años de gloria, no se pierden por tener una copa menos en la vitrina.
Si bien es cierto que la Libertadores ha sido esquiva para los azulgranas, también lo ha sido, por años, para otros clubes no menos prestigiosos.
Sin embargo, como gozar que otros no la ganen es un consuelo de tontos, tener un buen plantel, un buen técnico y jugar lindo, tampoco garantiza nada. El fallo adverso de un juez en una final puede también voltear en un minuto las pretensiones del mejor.
En 1960, el Ciclón fue el primer club argentino que disputó la copa y en la semifinal con Peñarol resignó la localía a cambio de unos pesos. ¿Fue esa una sentencia del destino? Ni siquiera hay que pensarlo, desde que nació el fútbol siempre habrá espacio para una nueva ilusión.
De una cosa estoy seguro. Si San Lorenzo se transforma en una institución fuerte, poderosa, sana económicamente, con directivos honestos y capaces, con un técnico y un plantel de jugadores que sepan honrar sus compromisos profesionales dejando de lado, sobre todo, ríspideces e intolerancia en un campo de juego y dedicándose por entero a prepararse física y anímicamente para triunfar, no tengo dudas que las posibilidades de lograr, no sólo esta Copa sino muchas otras, mejorarán en un ciento por ciento.
Ellos, dirigentes, técnico y jugadores, son los que tienen la palabra y es de esperar que hayan aprendido la lección.