viernes, 2 de julio de 2010

LO BAJARON A BRASIL




¡CHAU... FÚTBOL!


Holanda, un equipo rústico, timorato, que en 90 minutos apenas se aproximó cuatro veces a la valle defendida por Julio César, derrotó angustiosamente, a un Brasil que perdió su cohesión a partir de un gol producto de un error defensivo y anímicamente quedó desmembrado por la expulsión de Felipe Melo. El árbitro japonés, Yuichi Nishimura, cortó el juego perjudicando a Brasil y no castigó con severidad la sucesión de foules holandeses.


La caída de Brasil es el adiós al equipo que mostró las mejores expresiones de "fútbol-deporte" en los cuatro partidos previos a los cuartos de final. Pero analizar las razones por las cuales Brasil queda fuera de competencia carecen de fundamento si antes no evaluamos con absoluta imparcialidad de qué estamos hablando cuando mencionamos la palabra "fútbol".

El fútbol no es un deporte ni nada que se le parezca. Es posible que alguna vez lo haya sido, pero, hoy, el fútbol, es un negocio con reglas muy claras que distan mucho de defender la esencia del juego porque están dictadas expresamente para defender los intereses económicos de aquellos que son sus principales beneficiarios, léase: FIFA, asociaciones miembros, directivos, técnicos, jugadores, árbitros, sponsors, y una multitudinaria cantidad de asesores, empleados y dependientes de los clubes de fútbol, con derivaciones algo extrañas en el caso del fútbol argentino, como los "barras bravas", que son parte indisoluble de las relaciones entre clubes y dirigentes.

Hay también otro factor de poder dentro del fútbol que es la prensa especializada. Incorporados en crecido número al núcleo accionario de los organizadores del negocio llamado "fútbol": editores, columnistas, redactores y cronistas, no se apartan un ápice de su tácito acuerdo-obligación con el negocio empresario, algo que se advierte fácilmente en comentarios y críticas relacionadas con la actividad a la que muy pocos pusieron alguna vez en el casillero de lo venal o de lo inmoral.

La corrupción que rodea a varios de los principales actores de este juego (en el caso del periodismo es mucho más grave porque supuestamente son preceptores de la conducta ciudadana), dan un mayor descrédito al negocio futbolero y lo convierten en un circo. Sí. Un circo semejante a los que conocimos y que divertían a nuestros niños antaño, como aquel clan de Karadagian y su troupe. Aunque el divertimento del catch escénico y teatralizado no iba más allá de un simple pasatiempo, puro, inocente, el fútbol como "juego-negocio" -una definición que ya no sorprende a nadie- en muchos casos ha copiado las características de un deporte teatralizado por la mayoría de los participantes.

Desde el vamos, todos saben que el que saca los pies del plato queda fuera de circulación y, por ende, del negocio, aunque su salario resulte apenas unas migajas si lo comparamos con la que se llevan los dueños del circo.

El periodista Dante Panzeri en la década de los ´70, decía, en sus acostumbradas, ricas, profundas y coloquiales críticas a dirigentes y periodistas que: "el fútbol representa en el contexto internacional, una logia casi secreta. Una secta socialmente contrabandista sin eludir Aduanas. Una secreta logia con apariencia de universalizada apertura a las leyes ordinarias de la sociedad. Un neocuatrerismo ajustado a Derecho. Una chantocracia chantajista". Y resaltaba sus dichos aseverando que: "Tanto hay de cofradía masónica en el fútbol actual, industrializado y politizado, que sus organizaciones rectoras distribuyen títulos de domésticas distinciones en el estrecho ámbito de sus cerrados cenáculos".

Podemos imaginar que a cuarenta años de aquellas expresiones de Panzeri el deporte bautizado por un famoso locutor de radio como "pasión de multitudes", a ahondado su decadencia hasta límites insoportables y es mancillado local e internacionalmente por escándalos motivados por el dinero, el poder y las ambiciones de los que mandan y de los que juegan.

Esa logia llamada fútbol (que en muy pocos casos llega a ser auténtico y menos puro en medio de una generalizada corrupción de su esencia primitiva) no es otra cosa que una suma multitudinaria de organizaciones civiles de lícita apariencia que ejercen subrepticiamente actividades ilícitas con un fin determinado: el bolsillo de cada uno de los actores. Para ellos es ineludible recurrir al adoctrinamiento de las masas populares mediante la figura conocida políticamente como "triunfalismo" (selección-bandera-nación), no obstante haberse institucionalizado al fútbol como un deporte ejemplar no contaminado por la politiquería y por pasiones competitivas triunfalistas.

Por eso, el soborno, el cohecho, la incentivación ilícita de las motivaciones competitivas, según lo exigen los intereses de los asociados paralelos o las organizaciones copartícipes de los intereses deportivos, es cosa de todos los días.

Cuando en el mundial de Sudáfrica, México e Inglaterra, son perjudicados por sospechosos arbitrajes dejándolos fuera de competencia, en medio del debate aparecen las discusiones sobre la necesidad imperiosa de cambiar las reglas de juego utilizando la tecnología con el fin de evitar abusos y sospechas sobre la actuación de los árbitros.

Tomemos, por ejemplo, la opinión de Sergio Romero, el arquero de la Selección argentina que se prendió en la polémica y dijo que si se usaran los adelantos se "le sacaría la viveza a los grandes jugadores". "No hay que incluir la tecnología en el fútbol, definitivamente, se sacaría de lo que es el deporte en sí. Ahí le sacás la viveza a los grandes jugadores. El fútbol es para vivos y no para la tecnología", remató el arquero seleccionado sin ponerse colorado.

¿Es viveza o inmoralidad convertir un gol con la mano?

¿Es un error o una injusticia no sancionar gol cuando la pelota traspasó un metro dentro del arco?

¿Es lícito o ilícito convertir un gol en posición adelantada?

Si estas son las reglas de juego y nadie las cumple ni tiene deseos de que se cumplan pues...¡al diablo con ellas!. Para qué sirve "la ley del offside" si no es para cumplirla a rajatabla?. ¿Para qué existe una línea demarcatoria del área si nadie le presta atención?. ¿Por qué el reglamento castiga al jugador de campo que toca la pelota con la mano si el árbitro decide mirar para otro lado en jugadas que decidieron no solo partidos sino campeonatos.

La posición de Romero como la del resto de los jugadores argentinos incluyendo a la voz cantante del técnico es parte fundamental de la idiosincracia de un país que no respeta las leyes y donde es vox populi que "el que no llora no mama y el que no afana es un gil".

Así estamos.

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