domingo, 31 de mayo de 2009

EL FÚTBOL "SUCIO" DE NUESTROS DÍAS



LA A.F.A. DEBE EXPULSAR

A LOS ÁRBITROS CORRUPTOS...

Y A LOS INEFICIENTES TAMBIÉN

Ni qué hablar de los dirigentes que han montado sus empresas dentro de los clubes. (Al que le quepa el sayo que se lo ponga...)

por Roberto C. Neira

Si la Asociación del Fútbol Argentino (A.F.A.) tuviera un verdadero Tribunal de Penas y o de Disciplina y los organismos dependientes como el Tribunal de Apelaciones, Colegio de Árbitros y Dirección de Formación Arbitral funcionaran a cargo de miembros idóneos, conspicuos, honestos, éticos y bien intencionados, otros serían los resultados que se darían en la práctica para beneficio del fútbol-deporte y no para beneficio del fútbol-negocio que la entidad señera del fútbol argentino mantiene con algunos clubes y con grupos empresarios que se han adueñado del derecho a la televisación y transmisión de los partidos y de la vida y futuro de cientos de jugadores exportables que conforman un negocio tan grande como difícilmente podría uno imaginar.

El show-espectáculo-negocio actual del fútbol ha cambiado nuestras costumbres que pasaron del tradicional formato de los sábados y domingos al de la emisión cotidiana, la de todos los días, dado el intenso calendario que incluye para los clubes afiliados a la A.F.A., emisiones de los partidos de la Primera B, Nacional B, Primera A y de las copas internacionales, más los partidos de la selección nacional, amistosos y clasificatorios para el próximo mundial.

Si agregamos a esta gran torta lo percibido por el negocio del cable mediante el abono mensual y el extra para los partidos codificados, el de la indumentaria deportiva con la venta de calzado y otros elementos para la práctica del deporte; el costo de las entradas para presenciar los espectáculos; el de la cuota societaria; el abono mensual y anual de socios por plateas; el bendito "día del club"; el de los bares y confiterías que emiten los partidos "en vivo"; el de la compra de revistas especializadas y de diarios deportivos y que publican suplementos de fútbol; el de la publicidad en los programas de TV dedicados a informar y polemizar sobre la actividad futbolera; el de los patrimonios de los clubes de fútbol por el canje y venta de jugadores y los porcentajes que quedan en manos de los intermediarios, más el dinero que recibe de cada transferencia el jugador; sin temor a errarle (quizás me he quedado corto), nos vamos a encontrar con una industria que mueve tanto dinero como el turismo receptivo en nuestro país pero que se diferencia de este sector porque a la hora del reparto los ingresos más importantes de la torta terminan abarrotando los bolsillos de unos pocos empresarios y o dirigentes de la actividad.

Si existe un negocio de esta envergadura, y cualquiera puede verificar que lo que estoy afirmando es correcto, quién puede quitarme la idea de que el fútbol-negocio de nuestro país no está contaminado por la corrupción y manejado por individuos con características mafiosas que pueden cambiar el resultado de un partido presionando o "comprando" a un árbitro, incentivando o sobornando jugadores y efectuando campañas de prensa mediante una suculenta "gratificación" al periodista encargado de la sección de una revista o diario o al conductor-comentarista-periodista de un programa de radio o de TV.

Un cabal maestro de periodistas y de la legislación del deporte, Salustiano González (Agustín Selza Lozano), mencionado por Dante Panzeri en su obra: "Burguesía y Gangsterismo en el deporte", decía:

—Cuando el deporte tiene que ventilar sus pleitos en la Justicia, es porque el deporte está podrido. El deporte, por muy grandes que fueran sus conflictos, siempre supo resolverlos, como corresponde, en el juego limpio y propio. Si tiene que ir a la Justicia para que se haga cumplir el juego limpio, es porque el deporte, mucho más que profesionalizado, está prostituído. Desde luego que el origen de esa prostitución es el dinero. No puedo admitir que el reglamento de fútbol, que es el epítome del sentido común, la equidad y la justicia en la vida... ya no sirva para establecer quién tiene razón en una vulgar porfía por meter una pelota dentro de un arco. Eso demuestra que los hombres hemos empeorado.

En 1946, este paladín del Derecho a través del deporte (no del "Derecho Deportivo", majadería creada por un penalista catalán de apellido Majadas), sentenciaba:

—Al fútbol argentino le faltan dirigentes que sepan que el espíritu del deporte, sea profesional o amateur, es uno sólo e indivisible. Dirigentes que estén convencidos que solamente la buena fe es la base de toda institución que asocia entidades o individuos de intereses comunes... Dirigentes que conozcan a fondo los problemas del fútbol y las leyes que rigen el juego. Directivos que comprendan que las decisiones de los árbitros son siempre, equivocadas o no, sinceras; y por lo mismo deben ser respetadas. En su mayoría, los dirigentes de fútbol son hoy (1946) descarados demagogos que llegan a la conducción de los clubes sin conocer su verdadera función. Es penoso ver que hace falta, en muchos casos, la intervención de la Justicia. Cuando esto sucede es porque el deporte está muriendo, porque lo que fenece con ello es el honor que al sano deporte rige. Es triste ver cómo se ha desvirtudado el juego más maravilloso que creó el hombre para solazar a las multitudes.

El papelón estrepitoso del árbitro Gustavo Bassi que, si lo apuran un poco, terminará por declarar que no sabe por qué cobró un penal en el partido de ayer entre Lanús 2 San Lorenzo 1 y la complicidad manifiesta de ciertos periodistas que no tienen prurito en ensuciar la imagen de un club o de un grupo de jugadores para bastardear sus notas vaya uno a saber con qué fines y para quién trabajan, es cosa juzgada a pesar de no haber sido invitados a trasponer las puertas de un tribunal. La opinión pública del hincha común, es suficientemente rigurosa y justa como para dar su fallo sobre quién tiene o no la razón en estas polémicas de nunca acabar que nos regala el fútbol de cada semana.

La A.F.A., entidad que debería tomar de una buena vez medidas disciplinarias con los árbitros y echar a la calle, si es necesario, a los que corrompen cada estamento de los organismos encargados de administrar justicia, mira siempre para otro lado. Y la razón principal deriva de ser parte interesada en esta porfía de dirimir cada seis meses a quién se le entrega el título de campeón, qué jugadores deben integrar la selección nacional, qué jugadores hay que poner en la vidriera para ofrecerlos al exterior, y con qué dirigentes de clubes del fútbol argentino se puede contar a la hora de hacer negocios.

De todos modos, suponiendo que en un ataque de locura o de decencia, quienes manejan los intereses del fútbol argentino, dispongan de una Justicia justa, sean estos tribunales ordinarios o específicamente deportivos, el fútbol no se va a arreglar de la noche a la mañana a través de las decisiones que imponga la Justicia, dado que lo único que puede hacer esta es señalar con imparcialidad quién es culpable o inocente.

Y como la Justicia no tiene la posibilidad de ser maestra de juego limpio en el deporte, esa función sigue siendo exclusiva del hombre. Por eso el dirigente tiene como misión jugar limpio para que se juegue limpio.

Como el dirigente no lo hace... todo el fútbol juega sucio.

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