lunes, 14 de septiembre de 2009

¡MONTOYA, COMPADRE...!


Una jugada alevosa

que rinde culto

a la impunidad

Tal como es su costumbre Sergio Pezzotta volvió a cumplir una actuación decepcionante.

Permanente invitado a las confrontaciones entre San Lorenzo y Vélez -no se sabe por qué razón- cada arbitraje suyo termina siendo motivo de nuevas polémicas como consecuencia de sus gravísimos errores.

Desde aquella oportunidad que le valió al arquero Sessa una larga suspensión por intentar acogotarlo con ambas manos, hasta hoy, pasaron varios años, y numerosos enfrentamientos entre Liniers y Boedo.

Pero como si nada hubiera pasado y pese a la resistencia de ambas hinchadas, Pezzotta sigue dirigiendo este encuentro, explicando a los jugadores cada uno de sus fallos (y fallas), castigando faltas menores y evitando sancionar con rigurosidad a ciertos jugadores que abusan del juego violento y nunca reciben las penas que corresponden.

La jugada que terminó con el rodillazo alevoso del arquero Montoya sobre el rostro de Bernardo Romeo y que debió haber sido sancionada con penal y expulsión es el mejor ejemplo de irresponsabilidad de un árbitro y de sus colaboradores.

Si Pezzotta, por su ubicación en el campo de juego, no vio el choque entre Montoya y Romeo, al advertir el rostro ensangrentado del delantero azulgrana debió parar el juego, pedir asistencia para el lastimado y de inmediato haber consultado al ayudante de campo que sin duda debió ver toda la escena por encontrarse en la misma línea de la jugada. Pero si no fuera esto suficiente como para aplicar una sanción en el momento, lo justo hubiera sido que AFA (Colegio de Árbitros) hubiera actuado de oficio observando con detenimiento la repetición de la jugada por televisión, y de ese modo sacar sus conclusiones y en caso que correspondiere, castigar al jugador infractor/agresor y, por supuesto, apercibir o sancionar también al árbitro y al juez de línea que dijeron no haber visto el incidente.




Sergio Pezzotta: si "errar es humano" es hora de probar con robots.

Sin embargo, por esas cuestiones de "códigos" que tanto mal le hacen al fútbol argentino, ni siquiera un letrado del CASLA fue capaz de presentar una denuncia por agresión en la comisaría que corresponde a la jurisdicción del estadio de Velez.

Romeo es patrimonio del club y la institución tiene la obligación de protegerlo y por eso debe contar con todo el respaldo legal, jurídico y profesional médico para llevar a cabo su oficio. Pero en San Lorenzo de Almagro, club conducido por un insignificante personaje que se abraza al cargo de secretario de AFA para poder ser parte de la troupe de alcahuetes de Julio Grondona, nadie mueve un dedo cuando hay que defender el derecho, el prestigio, el honor y el patrimonio del club.

Que Romeo, principal perjudicado, no haya ido personalmente a hacer la denuncia en contra de Montoya, no disminuye la responsabilidad del agresor ni minimiza el incidente. El delantero pudo haber sufrido una conmoción cerebral y es posible que tenga una fractura de tabique nasal con todo lo que ello implica para su recuperación.

"El arquero Montoya -según la opinión del ex árbitro internacional Horacio Elizondo- cometió un error gravísimo". "Jamás un arquero puede salir a contener el balón apuntando con la rodilla a la altura de la cabeza del adversario". Si se trata de imprudencia, al arquero de Vélez le cabe la misma sanción que si hubiera sido premeditada como consecuencia del calor del juego o de un roce o fricción anterior. Se sospecha que algo de esto último hubo, pues Montoya ni siquiera se acercó a Romeo para conocer el grado de su lesión. Por lo tanto, no hubo ningún tipo de disculpas como sucede cuando se trata de una jugada desafortunada y no hay intención de lastimar al rival.

También extrañó la pasividad de los jugadores de San Lorenzo en el campo y en el banco, con Simeone a la cabeza, tan propenso a discutir fallos, al no haber puesto el grito en el cielo cuando advirtieron la lesión de Romeo.

Después de haber visto repetidas veces la jugada en la TV y desde distintos ángulos, quien escribe no tiene dudas: fue una agresión directa e intencional de Montoya que debió haber sido sancionada con penal, expulsión y denunciada por su alevosía.

Pero en la Argentina de nuestros días no existe la lógica, ni la justicia, ni la solidaridad para las víctimas de un atropello.

Lo que si valen y se resaltan permanentemente y con orgullo son los "códigos" entre jugadores, técnicos y dirigentes, esos mismos códigos que utilizan las mafias para silenciar y perpetrar sus crímenes.

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